
Seguimos con el Diario de Senegal!
Si os perdisteis la primera entrega no te preocupes, pulsando aquí la podréis leer 😉
Nos habíamos quedado en la lucha sin cuartel que hubo la noche anterior en el Hotel Du Phare, contra los millones de mosquitos que nos rodeaban… A la mañana siguiente se notaba en nuestros rostros somnolientos, la dura derrota que sufrimos. Aún y así, nos armamos de valor (y de café en vena) y decidimos hacer una pequeña excursión antes de poner rumbo al centro de Dakar. El Phare des Mamelles, estaba justo al lado de nuestro hotel (como su nombre indica), se trata del faro más antiguo de la ciudad, y se halla en lo alto de uno de los dos pequeños montes que hay en ésta zona de la capital. En la otra se encuentra el monumento comentado en el anterior post, La Reinassense Africain.
Hay varias maneras de llegar al faro: la fácil, por el camino por donde también circulan los coches para llegar hasta lo más alto, y la menos fácil; como las cabras, campo a través atravesando la maleza. Nosotros optamos por la segunda, ya que seguimos a un autóctono como el que no quiere la cosa, y esa fue su ruta escogida.
Una vez en la cima, podíamos encontrar, además del faro, unas vistas espectaculares de la costa por un lado, y del resto de la ciudad por el otro. Fue también aquí donde pudimos degustar nuestro primer té Ataia. Unos simpáticos obreros nos ofrecieron al ver la curiosidad que sentíamos viendo su ritual tetero.
Y es que si vais a Senegal u otros países de centro-oeste africano, podréis degustar a cualquier hora del día estos sabrosísimos tes. La manera que tienen de prepararlo es bastante peculiar, como ya hemos dicho, todo un ritual, pasando el te una y otra vez de vaso a vaso, creando una densa espuma, después de haber vertido un vaso del mismo tamaño de azucar… rico rico, pero no apto para diabéticos!

Monumento La Reinassance Africain
Después de pasar un rato degustando te y disfrutando las vistas del faro volvimos hacia el hotel a recoger nuestras mochilas para trasladarnos de nuevo. Esta vez pasaríamos la noche en el Chez Nizar, un hostal en pleno centro de Dakar, más concretamente en la zona de La Plateau, y todavía más concretamente debajo de uno de los restaurantes más conocidos y transitados de la ciudad : el Ali Baba.
La habitación no estaba mal, teniendo en cuenta que la habíamos conseguido el día anterior, en uno de los alojamientos que recomiendan en cuanto a relación calidad/precio se refiere en la guía Lonely Planet y en medio del ajetreado ritmo de la capital senegalesa… (si queréis saber el precio deberéis pasar por el post de Presupuesto Mochilero Senegal 😉 ).
Así que una vez instalados de nuevo y aseados iba siendo hora de comer y como sabíamos que teníamos el Ali Baba debajo…nos fuimos a buscar otro restaurante por nuestra cuenta. No es que no quisiéramos probarlo, tan solo que al estar al lado, podíamos ir cualquier otro momento (en realidad nos apetecía una cerveza y allí no las servían…borrachos nosotros?¿?¿?¿).
Dando un par de vueltas por la zona pudimos encontrar una calle con 3 o 4 restaurantes donde había bastante ambiente, y no sólo turista, también de autóctonos. Nos miramos un rato la carta y decidimos ir al que nos pareció que tenía la mejor oferta de platos senegaleses.
Saciados con un buen plato de Mafé y otro de Yassa, acompañados de unos refrescantes zumos de Bissap (flor de hibiscus) y Baobab… quedamos con Aba (el chico que habíamos conocido el día anterior) debajo de nuestro Hostel. Se había traído a otro colega senegalés, con unas rastas muy auténticas llamado Maissa.
Decidieron que teníamos que conocer el verdadero Dakar, el alejado del ajetreado ritmo de los comerciantes y las típicas rutas turísticas. Así pues, la primera parada fue una pequeña cala de donde llegaban unos cuantos pescadores que ya habían acabado su jornada. Un pequeño paraíso dentro de la ciudad, donde se podía respirar una tranquilidad inusual en medio de la gran capital.
Antes de llegar a esta preciosa calita, tenemos que contar la ilusión que nos dio poder ver el primer Baobab gigante. Habíamos oído hablar mucho de éste árbol tan característico del país pero todavía no había visto ninguno (que nosotros supiéramos). Después nos hartaríamos hasta la saciedad…
Seguimos nuestro ruta por la Avenue du Pr. L. Sedar Senghor, calle donde está situado el Palacio Presidencial, una pequeña ‘réplica’ de la Casa Blanca estilo senegalés. Justo cuando pasábamos ante su puerta aparecieron unos militares metralleta en mano cortándonos el paso (momentos de acojone) para dejar pasar coches oficiales hacia la mansión… todo quedó en un susto 😀 (Apunte: ni se te ocurra sacar la cámara de fotos para capturar la casa o cualquier guardia con su indumentaria típica…está totalmente prohibido bajo de pena de…hostia al canto).
Acto seguido Aba y Maisa nos invitaron a ir a casa del segundo, así que, cogimos taxi a precio de local y nos dirigimos hacia el barrio donde vive Maisa. Ellos lo llamaban el ‘gueto’ y la verdad es, que nada tenía que ver con las zonas atestadas de turistas por las que habíamos pasado el día anterior. Edificios antiguos con plazas arenosas y niños y animales por doquier. Antes de llevarnos a su piso hicimos una parada en un pequeño colmado para comprar cervezas y vino. Lo que nos llevó al tema de la religión…
– Pero…no sois musulmanes? (preguntamos atónitos…)
– Si, claro. Pero, verdad que también hay cristianos que se pasan sus ‘leyes’ por el forro? Pues esto es más o menos lo mismo…
– Ok, nada que añadir! A brindar se ha dicho!
(Más tarde nos explicaría nuestro guía en el Pais Bassari algo más sobre las diferencias entre los musulmanes con los que habríamos tratado en el viaje)
Subimos hasta la terraza de un viejo edificio donde había, lo que parecía ser, una mini granja de conejos, y en un cuarto escondido se encontraban unos colegas de nuestros huéspedes con sus djembés, timbales y darbukas en mano… se avecinaba una jamsession brutal!
Pasamos alrededor de 4 horas allí arriba, entre birras, cigarrillos, ritmos frenéticos y unos buñuelos dulces (Senegal style) que tenían un sabor divino (o quizá estábamos muy hambrientos)… No veíamos la hora de irnos pero teníamos que hacerlo a pesar de las constantes invitaciones a quedarnos allí toda la noche. De haberlo sabido antes, hubiera estado genial pero ya habíamos pagado por adelantado la habitación en Chez Nizar y no era plan de tirar el dinero (y más con los precios de Dakar).
Cogimos un taxi de vuelta también a precio de local, ya que Aba nos paró uno y acordó que no nos cobrase más de lo normal.
Último día en Dakar…por ahora!
Al día siguiente, no habíamos quedado con ellos, y pensábamos que estarían de resaca después de la juerga del día anterior, pero no! Yendo a visitar el mercado central de Dakar, conocido como Marché Sandaga nos los encontramos por la calle y no dudaron en acompañarnos en nuestro recorrido. Fue una suerte. Cualquier turista que ande desorientado por la ciudad puede ser objeto de los cientos de comerciantes que se afinan cada día alrededor del mercado ofreciendo sus productos como si no hubiese mañana.
También nos ayudó a la hora de hacer las fotos. Entendemos que haya gente que se pueda sentir molesta por hacerles fotos, ya que nadie es una atracción turística, tampoco nosotros lo consideramos así, simplemente queríamos retratos de la vida cotidiana de los habitantes de la capital… Con Aba y Maisa fue algo más fácil ya que pudieron mediar en más de una pequeña trifulca que se armó por sacar fotos al azar.
Después de un paseo ameno por las diferentes partes del Marché Sandaga, nos dirigimos a los talleres en donde fabricaban muchas de las telas que se venden en ese mercado, en las tiendas de la capital y las que se exportan a otros países.
El edificio constaba de varias plantas divididas entre talleres de costureros y pequeños comercios de todo tipo de ropa así como metros de tela al por mayor. Una chica andaluza que llevaba años residiendo en Dakar nos avisó de los precios que deberíamos pagar para que no nos tomasen el pelo. Fue interesante ver como trabajaban (la mayoría de ellos hombres) con las máquinas de coser mientras otros tenían que situarse en la otra parte del taller para estirar los hilos que se utilizaban.
Al final salimos con las manos vacías…eran los primeros días de viaje, y con las mochilas a cuestas no teníamos intención de ir cargados cuando teníamos que volver los últimos días de nuestro viaje a la capital.
Pusimos rumbo ahora hacia el Instituto Francés (sugerencia de nuestros amigos guías). Era un gran recinto con diferentes edificios en donde se celebraba o albergaban varias actividades (cineforum, exposiciones temporales, charlas…). La entrada daba directamente a un patio en donde podías encontrarte de cara con una gran Ceiba (hasta ahora tampoco habíamos visto ninguna) y otras plantas características de Senegal.
Una visita interesante con la que no contábamos, pero se nos hacía tarde…teníamos que dirigirnos al puerto para poder embarcar en el ferry que nos llevaría al sur del país… pero ésto lo tendréis que leer en el próximo post! 😛
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